Paella en casa de los Pajin, una buena Paella con sabor a poco en Benidorm, las mejores Paellas de Benidorm.
Image via Wikipedia
Un inmenso cartel cubre la sede del PSOE en Madrid y alegra la Plaza del Callao. Se trata de un cartel de una belleza extraordinaria. El arte y la sutileza de la mano. Sólo un fallo en la composición pictórica. El autor, quizá emocionado por la culminación de su trabajo, se ha olvidado del cuello del guerrero. La cabeza del valiente guerrero medieval surge directamente de las clavículas, rebajando un tanto la armonía de su fornido cuerpo acorazado. A los transeúntes que pasan por Callao y no reconocen al intrépido campeador del cartel, se les facilita la información con esta sintética e indoblegable leyenda: «Tomás Gómez. Invictus. A su lado, todo es posible. Próximamente en el Gobierno de Madrid».
Pero siempre hay problemas. El Ayuntamiento de Madrid, poco receptivo a la maravilla artística que cuelga de la sede del PSOE, ha recordado que ese edificio, el viejo Palacio de la Prensa, es un inmueble protegido. Y que sólo los cines, los teatros y los edificios en obras cuentan con las autorizaciones pertinentes para exponer ese tipo de carteles. Mucho me temo que la inmensa imagen de Tomás Gómez, Invictus, va a ser objeto de recogida y retirada. En vista de ello, he decidido interrumpir mis vacaciones en Benidorm, renunciar a la paella en casa de los Pajín, y retornar de inmediato a Madrid para poder disfrutar de la maravilla antes de que la quiten. Entiendo que si de Alicia Moreno, la concejal de las Artes dependiese, jamás se retiraría la magna obra de arte, pero no entra en sus responsabilidades. Alicia Moreno, que lleva la tira chupando concejalía sin haber formado nunca parte de la lista electoral del Partido Popular, tampoco aparece en la relación de candidatos del PP para las próximas elecciones. Ella va de libre, y profesa mayor simpatía a los expositores del cartel que a los que le nombran a dedito como cargo de confianza, y estoy seguro de que defiende la pública exposición del bello «collage» de Gómez, el Invictus. Lo malo es que la ley es la ley, y no siempre el arte triunfa sobre la burocracia municipal.
Es triste, y Gallardón nos lo recuerda en cada convocatoria electoral, que no haya en el Partido Popular nadie que pueda desempeñar con éxito la responsabilidad de la Concejalía de las Artes y de las Letras. De ahí que nuestro Alcalde –el de Madrid–, que es culto y sensible a la belleza artística, se vea obligado a recurrir a una persona que aborrece al Partido Popular. Claro, que con el tiempo que lleva doña Alicia chupando del bote, bien podría haber preparado Gallardón a un sustituto para tal menester. Pero en fin, si él lo considera así, será lo correcto.
A lo que vamos. Tomás Gómez, el Invictus, aparece sobre un caballo con jubón, armadura, paño y escudo. Armígero, aguerrido y marcial. Para ajustarse más y mejor a la grandeza de la tela, habría que escribir que bellamente armígero, hermosamente aguerrido, y ardientemente marcial. Me dicen que el caballo es blanco, como el de Santiago, lo cual no deja de ser un detalle que habrán de valorar los electores católicos en el momento de depositar su voto. Cuando sopla algo de brisa, la muchedumbre viandante rompe en aplausos para celebrar el bello contoneo que el viento ejerce sobre la tela, y que le concede a Gómez, el Invictus, una imagen figurada de guerrero al galope. Me hallo en este momento, a doscientos veinte kilómetros de Madrid. Dos horas justas de viaje. No me quiten el cartel, por favor. Ya que no abrazarlo, al menos deseo verlo con frenesí
Un inmenso cartel cubre la sede del PSOE en Madrid y alegra la Plaza del Callao. Se trata de un cartel de una belleza extraordinaria. El arte y la sutileza de la mano. Sólo un fallo en la composición pictórica. El autor, quizá emocionado por la culminación de su trabajo, se ha olvidado del cuello del guerrero. La cabeza del valiente guerrero medieval surge directamente de las clavículas, rebajando un tanto la armonía de su fornido cuerpo acorazado. A los transeúntes que pasan por Callao y no reconocen al intrépido campeador del cartel, se les facilita la información con esta sintética e indoblegable leyenda: «Tomás Gómez. Invictus. A su lado, todo es posible. Próximamente en el Gobierno de Madrid».
Pero siempre hay problemas. El Ayuntamiento de Madrid, poco receptivo a la maravilla artística que cuelga de la sede del PSOE, ha recordado que ese edificio, el viejo Palacio de la Prensa, es un inmueble protegido. Y que sólo los cines, los teatros y los edificios en obras cuentan con las autorizaciones pertinentes para exponer ese tipo de carteles. Mucho me temo que la inmensa imagen de Tomás Gómez, Invictus, va a ser objeto de recogida y retirada. En vista de ello, he decidido interrumpir mis vacaciones en Benidorm, renunciar a la paella en casa de los Pajín, y retornar de inmediato a Madrid para poder disfrutar de la maravilla antes de que la quiten. Entiendo que si de Alicia Moreno, la concejal de las Artes dependiese, jamás se retiraría la magna obra de arte, pero no entra en sus responsabilidades. Alicia Moreno, que lleva la tira chupando concejalía sin haber formado nunca parte de la lista electoral del Partido Popular, tampoco aparece en la relación de candidatos del PP para las próximas elecciones. Ella va de libre, y profesa mayor simpatía a los expositores del cartel que a los que le nombran a dedito como cargo de confianza, y estoy seguro de que defiende la pública exposición del bello «collage» de Gómez, el Invictus. Lo malo es que la ley es la ley, y no siempre el arte triunfa sobre la burocracia municipal.
Es triste, y Gallardón nos lo recuerda en cada convocatoria electoral, que no haya en el Partido Popular nadie que pueda desempeñar con éxito la responsabilidad de la Concejalía de las Artes y de las Letras. De ahí que nuestro Alcalde –el de Madrid–, que es culto y sensible a la belleza artística, se vea obligado a recurrir a una persona que aborrece al Partido Popular. Claro, que con el tiempo que lleva doña Alicia chupando del bote, bien podría haber preparado Gallardón a un sustituto para tal menester. Pero en fin, si él lo considera así, será lo correcto.
A lo que vamos. Tomás Gómez, el Invictus, aparece sobre un caballo con jubón, armadura, paño y escudo. Armígero, aguerrido y marcial. Para ajustarse más y mejor a la grandeza de la tela, habría que escribir que bellamente armígero, hermosamente aguerrido, y ardientemente marcial. Me dicen que el caballo es blanco, como el de Santiago, lo cual no deja de ser un detalle que habrán de valorar los electores católicos en el momento de depositar su voto. Cuando sopla algo de brisa, la muchedumbre viandante rompe en aplausos para celebrar el bello contoneo que el viento ejerce sobre la tela, y que le concede a Gómez, el Invictus, una imagen figurada de guerrero al galope. Me hallo en este momento, a doscientos veinte kilómetros de Madrid. Dos horas justas de viaje. No me quiten el cartel, por favor. Ya que no abrazarlo, al menos deseo verlo con frenesí
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