Las personas que no vivimos en el epicentro de la Sociedad de la Información, ese el lugar en el que se crean las tendencias, se toman las decisiones y se inventan los oficios posmodernos, sino que habitamos en uno de sus anillos más periféricos, cuando recibimos el impacto de un nuevo concepto éste ha adquirido tal velocidad y fuerza que puede causarnos graves daños craneales
Las personas que no vivimos en el epicentro de la Sociedad de la Información, ese el lugar en el que se crean las tendencias, se toman las decisiones y se inventan los oficios posmodernos, sino que habitamos en uno de sus anillos más periféricos, cuando recibimos el impacto de un nuevo concepto éste ha adquirido tal velocidad y fuerza que puede causarnos graves daños craneales. Por ejemplo, el anillo en el que yo mismo habito hay jóvenes parados, señoras mayores que no saben manejar un ordenador, comunistas agrios, gays aburridos y lacónicos, personas gordas que no caben dentro de la tallas pret-a-porter, gente a la que no le gusta salir de noche, ciclistas y ecologistas y feministas furibundas. Todas nosotras, las expatriadas de la Sociedad del Espectáculo y de su alegría, nos indignamos amargamente ante un nuevo concepto posmoderno del mismo modo que lo hacemos ante un bordillo que ha arreglado mal el ayuntamiento, un coche que ha aparcado encima de la acera o un bar que lleva años atronando de nuestra ventana, es decir, cagándonos en nuestra puta vida: “me cago en mi puta vida, que asco de mundo…”. ¿Cuál es ese nuevo concepto, ese nuevo baile dialectico que no sabemos hacer, que se ha puesto de moda, y que nos ha irritado sobremanera ?. Pues es un nuevo oficio surgido del pensamiento escolástico capitalista, ese levantado sobre miles de conceptos vacíos, y que son, ¡horror!, los community manager.
Las cosas ocurrieron más o menos así: estaba yo manejándome en mi insignificante vida de clase pasiva, llena de paseos de parado, entregas de curricula, horas de facebook, limpieza de casa, y vuelta a empezar, cuando de repente empecé a oír un eco sobre los community manager, voces que provenían incluso de los propios interesados, ya que pude oírlos en un curso sobre televisión digital que realicé en la Universidad del País Vasco (los parados es lo que tenemos, que nos apuntamos a las cosas más peregrinas). Días después, un amigo que hace videos de internet para una importante asociación sindical me confesó en voz baja haber consultado a uno, como si de un médium se tratase, para dar más resonancia a su trabajo, y que la persona en concreto entró en trance, puso los ojos en blanco y recibió un tweet de los espíritus, donde en 240 caracteres las presencias cibernaúticas le dijeron: “Tienes que afianzar tu personalidad virtual” (sic, vamos, literal). Finalmente, preso del pánico por si hubiera alguna salida laboral que hubiera desestimado en mi ignorancia paleta, corrí como flow informativo que se descarga el diablo a la librería más próxima y pedí el libro Community management en una semana de Pedro Rojas, profesor de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya), universidad online de la que me expulsaron, me tiraron del máster de gestión cultural porque en mi ignorancia pensaba que el servicio online abarcaba todas las ramas de la universidad y estaba enviando el DNI escaneado en vez de fotocopiado (esto es otro sic, y me pasó a mí).
¿Qué o quién es un community manager?. La manera más sencilla de explicarlo es que estos señores y señoras son los intermediarios entre las empresas y las redes sociales, gestionando para éstas diversas plataformas como blogs, perfiles en facebook, en twitter etc. etc. Y utilizo la palabra “intermediario” conscientemente, porque como bien sabemos el capitalismo es de los intermediarios, esas personas que no tienen oficio conocido y que se dedican a “hacer tratos”, y que en el caso del capitalismo de la información tiene su máxima representación en, por ejemplo, los distribuidores de películas (ahí está el dinero chicos). La cuestión es que parecía que con la llegada de internet todos estos pesados intermediarios culturales que se encargaban de grabar e impedir el acceso a la producción cultural a un montón de personas iban a desaparecer y que íbamos a poder ver una peli digital que una chica de Oklahoma había rodado hace dos días y extasiarnos porque habíamos descubierto a la nueva Carla Theodora Dreyer. Y en cierto modo así ha sido: han florecido las pequeñas editoriales, miles de escritores se han lanzado a los blogs a crear una especie de inteligencia colectiva, y uno puede acceder a las propuestas visuales más radicales con un par de clicks… aunque esto, reconozcámoslo, representa una parte ínfima de internet. Junto a ésta parte de internet que es autogestionada y fea porque prescinde de diseñadores gráficos (hasta cierto punto también mediadores), están las grandes vías comerciales… y ahí definitivamente está el dinero y los intermediarios. Pero, como es natural a los community managers no les gusta verse como estraperlistas de la información, gente que ni produce contenido ni lo “exhibe”, y este hecho unido a la característica de ser un oficio nuevo y por lo tanto necesitado de justificación académica (los community manager profesionales se califican como profesionales en base al hecho de tener ciertas cualidades y ser early adopters, es decir, en ser los primeros en utilizar las redes sociales) hace que en sus libros y ponencias florezca la poesía, pura poesía capitalista.
Internet no es horizontal sino que es piramidal, que ya lo dijo McKee, y cuando un McKee se empeña...
Las cosas ocurrieron más o menos así: estaba yo manejándome en mi insignificante vida de clase pasiva, llena de paseos de parado, entregas de curricula, horas de facebook, limpieza de casa, y vuelta a empezar, cuando de repente empecé a oír un eco sobre los community manager, voces que provenían incluso de los propios interesados, ya que pude oírlos en un curso sobre televisión digital que realicé en la Universidad del País Vasco (los parados es lo que tenemos, que nos apuntamos a las cosas más peregrinas). Días después, un amigo que hace videos de internet para una importante asociación sindical me confesó en voz baja haber consultado a uno, como si de un médium se tratase, para dar más resonancia a su trabajo, y que la persona en concreto entró en trance, puso los ojos en blanco y recibió un tweet de los espíritus, donde en 240 caracteres las presencias cibernaúticas le dijeron: “Tienes que afianzar tu personalidad virtual” (sic, vamos, literal). Finalmente, preso del pánico por si hubiera alguna salida laboral que hubiera desestimado en mi ignorancia paleta, corrí como flow informativo que se descarga el diablo a la librería más próxima y pedí el libro Community management en una semana de Pedro Rojas, profesor de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya), universidad online de la que me expulsaron, me tiraron del máster de gestión cultural porque en mi ignorancia pensaba que el servicio online abarcaba todas las ramas de la universidad y estaba enviando el DNI escaneado en vez de fotocopiado (esto es otro sic, y me pasó a mí).
¿Qué o quién es un community manager?. La manera más sencilla de explicarlo es que estos señores y señoras son los intermediarios entre las empresas y las redes sociales, gestionando para éstas diversas plataformas como blogs, perfiles en facebook, en twitter etc. etc. Y utilizo la palabra “intermediario” conscientemente, porque como bien sabemos el capitalismo es de los intermediarios, esas personas que no tienen oficio conocido y que se dedican a “hacer tratos”, y que en el caso del capitalismo de la información tiene su máxima representación en, por ejemplo, los distribuidores de películas (ahí está el dinero chicos). La cuestión es que parecía que con la llegada de internet todos estos pesados intermediarios culturales que se encargaban de grabar e impedir el acceso a la producción cultural a un montón de personas iban a desaparecer y que íbamos a poder ver una peli digital que una chica de Oklahoma había rodado hace dos días y extasiarnos porque habíamos descubierto a la nueva Carla Theodora Dreyer. Y en cierto modo así ha sido: han florecido las pequeñas editoriales, miles de escritores se han lanzado a los blogs a crear una especie de inteligencia colectiva, y uno puede acceder a las propuestas visuales más radicales con un par de clicks… aunque esto, reconozcámoslo, representa una parte ínfima de internet. Junto a ésta parte de internet que es autogestionada y fea porque prescinde de diseñadores gráficos (hasta cierto punto también mediadores), están las grandes vías comerciales… y ahí definitivamente está el dinero y los intermediarios. Pero, como es natural a los community managers no les gusta verse como estraperlistas de la información, gente que ni produce contenido ni lo “exhibe”, y este hecho unido a la característica de ser un oficio nuevo y por lo tanto necesitado de justificación académica (los community manager profesionales se califican como profesionales en base al hecho de tener ciertas cualidades y ser early adopters, es decir, en ser los primeros en utilizar las redes sociales) hace que en sus libros y ponencias florezca la poesía, pura poesía capitalista.
Internet no es horizontal sino que es piramidal, que ya lo dijo McKee, y cuando un McKee se empeña...
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